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lunes, 7 de mayo de 2012

Defensoría de los que se van demasiado

            Cuántas veces hemos visto el típico documental de la mujer pobre que tiene un hijo perdido, un malandro –sin intenciones de ofender- como lo llamamos en Venezuela. La película El rumor de las piedras (2011), del cineasta Alejandro Bellame, es una muestra de ello, por ejemplo. Hay quienes critican que las películas y documentales venezolanos solo muestran el lado “feo” de nuestra sociedad. Critican, que el único escenario que muestran es el de los delincuentes, los barrios, etc. Ahora que un grupo de jóvenes de otro tipo de ambientes, escenarios, realizan un documental, sale todo el mundo a criticarlos porque son unos básicos, unos pitiyanquis, unos locos sin vida, en fin, unos “riquitos” ¿Quién entiende a la gente?

            La polémica sin sentido que se ha desatado por el documental Caracas una ciudad de despedidas dirigido por Ivanna Chávez Idrogo, me ha entusiasmado a escribir esta nota con las cosas que pienso acerca del trabajo de estos jóvenes “antipatriotas”, como los denominó el Diario Ciudad Caracas el día de hoy. De hecho, desde hace unos días estaba por escribir acerca de esta temática, después que una profesora dijera en clase, que “los que no creen en las instituciones del país, no merecen llamarse venezolanos”. Pero creo que es mejor dejar ese tema para una próxima nota. Por ahora me concentro en dar mi opinión sobre el precitado documental.

            Me pregunto, ¿qué sentirán las personas pobres cuando escuchan que son utilizados para hacer una película donde se muestran rasgos de la situación en la que viven?, o también, ¿qué dirán “los malandros”, “los tukis”, de la cantidad de cosas que se dicen de ellos? Desde mi punto de vista, creo que no deben sentirse muy bien, y ahí podría estar incluso –digo yo- la causa de tanto resentimiento entre pobres y ricos, entre el socialista y el “burgués”. Los cineastas y documentalistas están cansados de hacer films en los que el protagonista es la persona humilde, y donde todo se basa en las peripecias que tienen que pasar para sobrevivir en Caracas, en el barrio, en esa ciudad de despedidas que según los productores del documental que lleva ese nombre, es la realidad caraqueña.
            La creadora del documental declaró mediante un comunicado que “no es una cuestión de discriminar a un grupo, es de exponer a otro y no es para ofender a nadie, es para compartir lo que algunos sentimos”. Punto de partida: todos somos libres de expresar lo que queremos (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, artículo número 20). Sí, claro que sí. Y es aquí donde apoyo a estos jóvenes de la clase media caraqueña, del este, bueno sí, los “riquitos esos”. Queramos o no, se termine de instalar el socialismo o triunfe la “burguesía” con su “capitalismo popular”, las clases sociales siempre van a existir, aún cuando sabemos que todas “las personas son iguales ante la ley, y en consecuencia, no se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social” (Artículo 23 de la Constitución).
Para nadie es un secreto que Caracas se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas de Latinoamérica y del mundo entero. Y decir, por ejemplo, que las posibilidades que tiene la clase media “de sufrir el impacto del hampa son menores que las de quienes viven en barrios populares” me parece una apreciación cierta, pero no generalizada. Si bien en las barriadas se dan infinidades de robos a diario, la clase media se siente desprotegida.
El discurso del documental de Ivana Chávez, y otros jóvenes caraqueños, está dirigido a la cantidad de fugas de cerebros que tiene el país. Cualquiera podría preguntarse ¿de qué cerebros estoy hablando? Bueno y es que en verdad, a modo de crítica constructiva, los entrevistados en este documental se expresan banalmente, tanto así que llegan a decir que se quieren llevar a Caracas a otros país pero sin los caraqueños. Pero por qué culparlos. Así como en El rumor de las piedras se muestra la realidad de las clases depauperadas caraqueñas, en Caracas ciudad de despedidas se expone lo que piensa la clase media, alta, súper alta, los ricos, o como se les quiera llamar.
Si se “van demasiado” o no, pienso que es lo de menos porque nadie puede vivir en un lugar donde no quiere estar. Al menos, yo si percibo lo que según ellos quisieron mostrar con el documental: se van por la situación y ¡qué chimbo, marico! que se vayan. Esa es su forma de hablar, de relacionarse, esa es su manera de pensar. Aquí nos quedamos los que no nos vamos demasiado.

2 comentarios:

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