Al principio toda era
una maravilla. Eso era una sola entradera y salidera de la casa. Nunca paraba
la pata, bueno, casi que ni dormía. La propia vida del turista que raspa las
tarjetas pero que tiene extremo cuidado con el exceso. Un miedo enorme que no
se compara ni con el que da montarse en esas montañas rusas que lo baten a uno
como una licuadora. Las manos no me eran suficientes para cargar las compras.
Las tenía rojas e hinchadas. Prácticamente andaba pasando trabajo con esas
bolsas, pero ¿quién se va a quejar de andar compra que te compra?
Pero poco a poco todo
fue cambiando. El “guachi-guachi” me obstinó. Donde colocaba un pie escuchaba
una mezcla de sonidos extraños, raros para lo que estoy acostumbrado a oír. Me
fastidiaron las cajeras con su ¿Cash?, que para mí era como cas, sin che. Nunca
entendí que significaba aquella mezcla de palabras que me decían cuando iba a
cancelar en una tienda, algo como jou yul pei, que no se si era una pregunta,
un regaño o una propuesta para salir ¡Que frustración no poder decir nada!
Limpiecito quedé en
menos de dos semanas. Esos billetes verdes con caras de gente que me miraban
fijamente, volaron como vuelan los aviones del aeropuerto que es, eso sí, una
belleza. Bueno y es que por allá todo es una belleza. Dígame esos parques:
verdecitos con esas catiras trotando; los centros comerciales, que allá los
conocen con otro nombre –que por cierto suena chévere- son grandotes, ¡y ese
poco de tiendas! una al lado de la otra, provoca comprar. Lástima que los reales
nunca le alcancen a uno.
Pero lo que hizo
desilusionarme tan rápido fue la cantidad de dinero que se me fue en la
gasolina ¡Noooo mi amigo! Aquí eso es como comprarse una canilla en la panadería,
y allá, te quitan casi que todos los reales con una sola recarga ¡Ahí fue donde
dejé los billetes!
Sin media locha, sin
hablar nada de eso que ellos hablan y fastidiado de la comida, agarré mis maletas
y diciendo “bye bye” desde el avión, me regresé a mi país. Al llegar, ya en mi
mente algo estaba claro: “no volvería jamás”. Me sacaron todo lo que había comprado,
me dijeron que gasté mucho y para más remedio me multaron. Por estar de
inventador se me fueron los reales y lo que llegué fue cansado.
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