Sentado tras un escritorio lleno de papeles, una
grabadora de voz, una agenda con números telefónicos y un teléfono que no para
de sonar, se encuentra el periodista que acaba de llegar de la calle: de
contrastar realidades y de encontrar una noticia. Su papel en la sociedad es
una pieza fundamental. Él se encarga de llevar la información de lo que pasa y
de lo que esa colectividad debe saber. Pero muy internamente, casi invisible
ante los ojos de los demás, tiene al menos tres compromisos a los que debe ser
fiel: a su profesión y a lo que éticamente le exige, a su público y a la
empresa en la que trabaja.
Ese valor de ser fiel o “leal” como lo iguala el DRAE,
lo adquiere el profesional del periodismo desde el mismo momento en el que
reconoce sus deberes como comunicador social. La fidelidad debe ser un valor y
un compromiso del que informa y genera la opinión pública, o como lo sintetiza
el periodista argentino, Francisco A. Rizzuto, “el periodismo se ejerce con
honra o no se ejerce”. Uno de esos
compromisos, el ético o deontológico, está fijado en ciertas reglas físicas: el
código de ética del periodista de cada nación, o los reglamentos mundiales como
el “Código Internacional de Ética Periodística UNESCO”.
Todos estos códigos en el área periodística
contienen el principio de veracidad y lealtad que exige esta profesión. Por
ejemplo, el realizado por la UNESCO en 1983 sostiene que “la tarea primordial
del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica…situando
conscientemente los hechos en su contexto adecuado”. El periodista se enfrenta
ante una realidad a la que debe acceder solamente a tomar impresiones y de ahí
transmitir al público lo que sucede. Dentro de todo ese proceso, la lealtad a
esos principios éticos debe estar siempre presente. Kapuscinski, lo sugiere en
su obra Los cínicos no sirven para este
oficio (2005), “debemos atenernos a ciertas reglas generales… ser
éticamente correctos, por ejemplo, es una de las principales responsabilidades”.
El periodista que narra con veracidad, imparcialidad
y atendiendo a la realidad está siendo fiel con su profesión y consigo mismo.
Al contrario, si estos valores son obviados, la fidelidad se convierte en una
palabra con prefijo: infidelidad. Aunque “el periodismo es el mejor oficio del
mundo” según Gabriel García Márquez, ejercerlo siendo infiel a lo que la
profesión exige pone en una cuerda floja la carrera del comunicador social.
Si bien es cierto que el periodista juega un papel
fundamental en la sociedad, también es indiscutible que el público es una pieza
primordial en la carrera del periodista. El profesional de esta área escribe
para sus lectores, quienes creen en cada una de las palabras que el periodista
emite, es decir, la audiencia le da un valor a la palabra, la voz, la
“realidad” contada. En el ejercicio periodístico, se debe ser fiel a los
principios éticos y morales para poder ser leal con el público. Así pues, cada
uno de los compromisos profesionales se unen: la ética del periodista y la
lealtad de escribir lo que realmente sucede, con la rectitud y respeto hacia el
que lee esa información.
En palabras del ya citado autor Kapuscinski, “la
selección de lo que tenéis que escribir está completamente reservada a vuestra
intuición, a vuestro talento y a vuestros principios éticos”. El periodista
puede ser ético y saber bien de cerca las reglas que debe cumplir, pero la
fidelidad comienza a tener desequilibrios cuando se trata de la lealtad a la
empresa donde trabaja. En esta profesión existen presiones hegemónicas que
pretenden suplantar la ética por los intereses ideológicos de los jefes del
medio. Es un sello que le marcan los directores a los periodistas: Tú vas a
escribir sobre esto, y quiero que digas esto ¿Dónde quedan los principios éticos
tan demandados por esas mismas empresas que controlan la información?
Todas las firmas en el área de la comunicación
social tienen un manual de estilo por el que se deben guiar sus empleados. Es
una especie de enumeración de los criterios que su personal debe tomar en
cuenta a la hora de escribir ¿Qué debe hacer el periodista? Simplemente
estudiar si su perfil profesional coincide con las políticas de la empresa. Al
aceptar, está comprometiendo su ética profesional con la cadena informativa
donde trabajará. Sin embargo, existe el “derecho del periodista a abstenerse de
trabajar en contra de sus convicciones”, como lo establece la UNESCO. Pero si
acepta esa “clausula de conciencia”, como le conocen en Europa, tiene entonces,
por un lado, un compromiso de ser fiel a las políticas de la empresa, pero como
se ha visto hasta ahora, en la carrera del comunicador social la fidelidad es
recíproca.
Dice la periodista mexicana, Silvia González, en su
obra El ejercicio del periodismo
(2006), que en su país “algunas empresas informativas tienen bien definida su
política editorial, pero otras llegan a sorprender al mismo periodista con sus
virajes repentinos”. Este sería un acto de infidelidad de la empresa hacia el
comunicador. Se viola en un principio el pacto firmado entre el periodista y la
empresa, pero también se viola la ética profesional, a la par que se irrespeta
el compromiso que tiene el que informa con su público.
El periodismo, como quedó establecido en líneas
anteriores, es una carrera de fidelidad, de ética, y de un compromiso que es
recíproco, que nunca es unipolar. Ejercerlo, requiere de valores y de un
conocimiento sobre los diferentes instrumentos legales y de orden político.
Estar detrás de un escritorio lleno de herramientas y artefactos, de sonidos de
teléfonos y de agendas por doquier, no es únicamente lo que caracteriza a un
periodista, más que eso, su rasgo más representativo es el uso diario de la
lealtad como una herramienta inmutable de su vida profesional.
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