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lunes, 14 de mayo de 2012

Actualizaciones histriónicas

Rápidamente… ¡No!, no es una buena forma de empezar esta nota. Qué tal si… ¡No!, eso tampoco. Mejor que me ayude la audiencia: lo publico en el pin y que todos me ayuden, es que mis contactos están tan atentos a mis actualizaciones.
Las actualizaciones de la gente son tan frecuentes en mi pin, que a veces, pienso que la causa de la descarga de batería de mi teléfono se debe al asterisco rojo que aparece cada vez que alguien actualiza con algunas cosas como las que presento a continuación: “en el médico”, “Viste, mi loca, no me diste torta”, “quiero que me regalen un chocolate”, “jajajaja qué triste mi vida”, “vistiéndome :$”, “tu envidia alimenta mi ego”… y para usted de contar.
Voy a lo legal. Cada quien está en su derecho de hacer lo que quiera con su vida y con los aparatos electrónicos que forman parte de la misma. El derecho a la libertad, por ejemplo, ampara eso. Pero en este caso, lo mío no es culpar ni burlar a nadie, es simplemente buscar detrás del consciente humano el porqué de las actualizaciones tan repetitivas de algunos contactos del Messenger de blackberry. Y es que si el pin fuera Facebook se habría colapsado de tantas fotos de perfil, y si fuera un diario –por favor, ahora eso se llama Twitter- no quedaría espacio ni para media palabra.
Según dos de mis entrevistados, además dos de los que más actualizan de mis contactos,  sus publicaciones se deben a impulsos inconscientes, a la costumbre de estar actualiza que te actualiza todos los días, pero más curioso aún, es que lo hacen para “llamar la atención” ¿Y no se controlan? Ambos coinciden en que tratan pero a veces les provoca.
Quedémonos con la idea de que es algo inconsciente, que lo hacen por mera costumbre y porque quieren “llamar la atención”. Pero si nos enfocamos un poco ante esa necesidad de hacerse notar, en este caso vía la tecnología celular, estaríamos hablando del “trastorno histriónico de la personalidad” que es, según Wikipedia –que todo lo sabe- “un trastorno de la personalidad del grupo B (desórdenes dramáticos, emocionales, o erráticos) que lo padecen personas que siguen un patrón general de excesiva emotividad y búsqueda de atención”. Pero no es para alarmarse, es simplemente una tesis.
Mostrar una expresión emocional superficial y rápidamente cambiante, usar permanentemente el aspecto físico para llamar la atención sobre sí mismo, y mostrar auto-dramatización, teatralidad y exagerada expresión emocional, son algunas de las características de este desorden. Y si se hace un poco indigerible, veámoslo con ejemplos.
Todos tenemos un contacto en el pin que actualiza a las 8:51p.m. “Feeeeeliiiiz :D”, y a los pocos minutos –a los ocho minutos exactamente- vuelve a actualizar, esta vez con esta expresión “L”.
Infaltable es el contacto, típicamente femenino, que actualiza una foto donde lo menos que se ve es su cara –y lo que menos importa es su cara. Sí que llama la atención, pero poniéndole seriedad al asunto, es histriónica.
Y por último, es típico también el contacto que vive afectado, triste, solo, sin pareja… Y todos esos estados emocionales se reflejan con íconos.
Miremos pal ´otro lado. Aunque existe gente que actualiza “#rumbeeeeando”, “nooo estooooyyy”, “no me molesteeeeen”, “elimino al próximo que me escriba”, también existe gente como mis otros dos entrevistados que rechazan totalmente las actualizaciones consecutivas. A ellos, no les gusta que todos sus contactos estén enterados de lo que hacen y de cómo se sienten. Según ellos, es de mal gusto encontrarse cada vez que ven las actualizaciones con un drama diferente.
Van dos cuartillas, ¡para, Jorge! He llegado a la conclusión de que el ser humano actualmente tiene una necesidad grandísima de hacerse notar ante los demás, de hasta inventarse un estado anímico para llamar la atención. Pero, ¿y si no son todos?,  ¿si son simplemente algunos los que actualizan treinta veces al día, y treinta y dos en la noche? Habría que pensarlo porque no está fácil esta situación, no está.

Moraleja: Terminando de leer que una de mis entrevistadas me decía “voy a tratar de no actualizar tanto”, instantáneamente había actualizado “Claro y raspao´ Jorge Agobian”. Repito, no está fácil.

sábado, 12 de mayo de 2012

Periodismo: valores irrenunciables

Sentado tras un escritorio lleno de papeles, una grabadora de voz, una agenda con números telefónicos y un teléfono que no para de sonar, se encuentra el periodista que acaba de llegar de la calle: de contrastar realidades y de encontrar una noticia. Su papel en la sociedad es una pieza fundamental. Él se encarga de llevar la información de lo que pasa y de lo que esa colectividad debe saber. Pero muy internamente, casi invisible ante los ojos de los demás, tiene al menos tres compromisos a los que debe ser fiel: a su profesión y a lo que éticamente le exige, a su público y a la empresa en la que trabaja.
Ese valor de ser fiel o “leal” como lo iguala el DRAE, lo adquiere el profesional del periodismo desde el mismo momento en el que reconoce sus deberes como comunicador social. La fidelidad debe ser un valor y un compromiso del que informa y genera la opinión pública, o como lo sintetiza el periodista argentino, Francisco A. Rizzuto, “el periodismo se ejerce con honra o no se ejerce”.  Uno de esos compromisos, el ético o deontológico, está fijado en ciertas reglas físicas: el código de ética del periodista de cada nación, o los reglamentos mundiales como el “Código Internacional de Ética Periodística UNESCO”.
Todos estos códigos en el área periodística contienen el principio de veracidad y lealtad que exige esta profesión. Por ejemplo, el realizado por la UNESCO en 1983 sostiene que “la tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica…situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado”. El periodista se enfrenta ante una realidad a la que debe acceder solamente a tomar impresiones y de ahí transmitir al público lo que sucede. Dentro de todo ese proceso, la lealtad a esos principios éticos debe estar siempre presente. Kapuscinski, lo sugiere en su obra Los cínicos no sirven para este oficio (2005), “debemos atenernos a ciertas reglas generales… ser éticamente correctos, por ejemplo, es una de las principales responsabilidades”.
El periodista que narra con veracidad, imparcialidad y atendiendo a la realidad está siendo fiel con su profesión y consigo mismo. Al contrario, si estos valores son obviados, la fidelidad se convierte en una palabra con prefijo: infidelidad. Aunque “el periodismo es el mejor oficio del mundo” según Gabriel García Márquez, ejercerlo siendo infiel a lo que la profesión exige pone en una cuerda floja la carrera del comunicador social.
Si bien es cierto que el periodista juega un papel fundamental en la sociedad, también es indiscutible que el público es una pieza primordial en la carrera del periodista. El profesional de esta área escribe para sus lectores, quienes creen en cada una de las palabras que el periodista emite, es decir, la audiencia le da un valor a la palabra, la voz, la “realidad” contada. En el ejercicio periodístico, se debe ser fiel a los principios éticos y morales para poder ser leal con el público. Así pues, cada uno de los compromisos profesionales se unen: la ética del periodista y la lealtad de escribir lo que realmente sucede, con la rectitud y respeto hacia el que lee esa información.
En palabras del ya citado autor Kapuscinski, “la selección de lo que tenéis que escribir está completamente reservada a vuestra intuición, a vuestro talento y a vuestros principios éticos”. El periodista puede ser ético y saber bien de cerca las reglas que debe cumplir, pero la fidelidad comienza a tener desequilibrios cuando se trata de la lealtad a la empresa donde trabaja. En esta profesión existen presiones hegemónicas que pretenden suplantar la ética por los intereses ideológicos de los jefes del medio. Es un sello que le marcan los directores a los periodistas: Tú vas a escribir sobre esto, y quiero que digas esto ¿Dónde quedan los principios éticos tan demandados por esas mismas empresas que controlan la información?
Todas las firmas en el área de la comunicación social tienen un manual de estilo por el que se deben guiar sus empleados. Es una especie de enumeración de los criterios que su personal debe tomar en cuenta a la hora de escribir ¿Qué debe hacer el periodista? Simplemente estudiar si su perfil profesional coincide con las políticas de la empresa. Al aceptar, está comprometiendo su ética profesional con la cadena informativa donde trabajará. Sin embargo, existe el “derecho del periodista a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones”, como lo establece la UNESCO. Pero si acepta esa “clausula de conciencia”, como le conocen en Europa, tiene entonces, por un lado, un compromiso de ser fiel a las políticas de la empresa, pero como se ha visto hasta ahora, en la carrera del comunicador social la fidelidad es recíproca.
Dice la periodista mexicana, Silvia González, en su obra El ejercicio del periodismo (2006), que en su país “algunas empresas informativas tienen bien definida su política editorial, pero otras llegan a sorprender al mismo periodista con sus virajes repentinos”. Este sería un acto de infidelidad de la empresa hacia el comunicador. Se viola en un principio el pacto firmado entre el periodista y la empresa, pero también se viola la ética profesional, a la par que se irrespeta el compromiso que tiene el que informa con su público.
El periodismo, como quedó establecido en líneas anteriores, es una carrera de fidelidad, de ética, y de un compromiso que es recíproco, que nunca es unipolar. Ejercerlo, requiere de valores y de un conocimiento sobre los diferentes instrumentos legales y de orden político. Estar detrás de un escritorio lleno de herramientas y artefactos, de sonidos de teléfonos y de agendas por doquier, no es únicamente lo que caracteriza a un periodista, más que eso, su rasgo más representativo es el uso diario de la lealtad como una herramienta inmutable de su vida profesional.

lunes, 7 de mayo de 2012

Defensoría de los que se van demasiado

            Cuántas veces hemos visto el típico documental de la mujer pobre que tiene un hijo perdido, un malandro –sin intenciones de ofender- como lo llamamos en Venezuela. La película El rumor de las piedras (2011), del cineasta Alejandro Bellame, es una muestra de ello, por ejemplo. Hay quienes critican que las películas y documentales venezolanos solo muestran el lado “feo” de nuestra sociedad. Critican, que el único escenario que muestran es el de los delincuentes, los barrios, etc. Ahora que un grupo de jóvenes de otro tipo de ambientes, escenarios, realizan un documental, sale todo el mundo a criticarlos porque son unos básicos, unos pitiyanquis, unos locos sin vida, en fin, unos “riquitos” ¿Quién entiende a la gente?

            La polémica sin sentido que se ha desatado por el documental Caracas una ciudad de despedidas dirigido por Ivanna Chávez Idrogo, me ha entusiasmado a escribir esta nota con las cosas que pienso acerca del trabajo de estos jóvenes “antipatriotas”, como los denominó el Diario Ciudad Caracas el día de hoy. De hecho, desde hace unos días estaba por escribir acerca de esta temática, después que una profesora dijera en clase, que “los que no creen en las instituciones del país, no merecen llamarse venezolanos”. Pero creo que es mejor dejar ese tema para una próxima nota. Por ahora me concentro en dar mi opinión sobre el precitado documental.

            Me pregunto, ¿qué sentirán las personas pobres cuando escuchan que son utilizados para hacer una película donde se muestran rasgos de la situación en la que viven?, o también, ¿qué dirán “los malandros”, “los tukis”, de la cantidad de cosas que se dicen de ellos? Desde mi punto de vista, creo que no deben sentirse muy bien, y ahí podría estar incluso –digo yo- la causa de tanto resentimiento entre pobres y ricos, entre el socialista y el “burgués”. Los cineastas y documentalistas están cansados de hacer films en los que el protagonista es la persona humilde, y donde todo se basa en las peripecias que tienen que pasar para sobrevivir en Caracas, en el barrio, en esa ciudad de despedidas que según los productores del documental que lleva ese nombre, es la realidad caraqueña.
            La creadora del documental declaró mediante un comunicado que “no es una cuestión de discriminar a un grupo, es de exponer a otro y no es para ofender a nadie, es para compartir lo que algunos sentimos”. Punto de partida: todos somos libres de expresar lo que queremos (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, artículo número 20). Sí, claro que sí. Y es aquí donde apoyo a estos jóvenes de la clase media caraqueña, del este, bueno sí, los “riquitos esos”. Queramos o no, se termine de instalar el socialismo o triunfe la “burguesía” con su “capitalismo popular”, las clases sociales siempre van a existir, aún cuando sabemos que todas “las personas son iguales ante la ley, y en consecuencia, no se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social” (Artículo 23 de la Constitución).
Para nadie es un secreto que Caracas se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas de Latinoamérica y del mundo entero. Y decir, por ejemplo, que las posibilidades que tiene la clase media “de sufrir el impacto del hampa son menores que las de quienes viven en barrios populares” me parece una apreciación cierta, pero no generalizada. Si bien en las barriadas se dan infinidades de robos a diario, la clase media se siente desprotegida.
El discurso del documental de Ivana Chávez, y otros jóvenes caraqueños, está dirigido a la cantidad de fugas de cerebros que tiene el país. Cualquiera podría preguntarse ¿de qué cerebros estoy hablando? Bueno y es que en verdad, a modo de crítica constructiva, los entrevistados en este documental se expresan banalmente, tanto así que llegan a decir que se quieren llevar a Caracas a otros país pero sin los caraqueños. Pero por qué culparlos. Así como en El rumor de las piedras se muestra la realidad de las clases depauperadas caraqueñas, en Caracas ciudad de despedidas se expone lo que piensa la clase media, alta, súper alta, los ricos, o como se les quiera llamar.
Si se “van demasiado” o no, pienso que es lo de menos porque nadie puede vivir en un lugar donde no quiere estar. Al menos, yo si percibo lo que según ellos quisieron mostrar con el documental: se van por la situación y ¡qué chimbo, marico! que se vayan. Esa es su forma de hablar, de relacionarse, esa es su manera de pensar. Aquí nos quedamos los que no nos vamos demasiado.

viernes, 4 de mayo de 2012

Dos países, una campaña, otros objetivos

            La presentación de una propuesta diseñada gráficamente entre los colores rojo, azul y blanco puede generar cambios en la conciencia humana. Más aún, si a esta se le agrega la alegórica paloma de la paz, entrelazada entre especies propias de un país en el que la niñez sufre, se esclaviza y se maltrata. “Kony 2012” reúne todos los colores y significados señalados anteriormente, congregando además una serie de características que casualmente tienen una conexión con otro Estado, este, una poderosa y hegemónica potencia mundial: Estados Unidos, país que se encuentra ligado a la campaña para detener a Joseph Kony, un guerrillero de Uganda, África.
            Aunque las consideraciones anteriores son de índole simbólico –y hasta de coincidencia- la campaña que se realiza en gran parte del mundo para detener a Joseph Kony ha sido enfocada especialmente en los Estados Unidos, país que actualmente colabora para detener al sujeto que ha violado los Derechos Humanos de cientos de niños y jóvenes al utilizarlos como soldados en un movimiento armado llamado “L.R.A”.
            Para detener a Kony, dice el documental promocional, “se necesitan la tecnología y el entrenamiento para buscarlo en la selva”. Ellos piden la ayuda de Estados Unidos para realizar esta misión en la región africana, pero más allá de eso, utilizan argumentos que logran persuadir a las personas a través de la manipulación. Señala el documental –con una manera perfectamente lograda gráficamente- que existe la disposición americana de desplegar a sus soldados en territorio africano, pero que “el gobierno cree que a la gente no le importa el arresto de Kony, y entonces la misión sería cancelada”.
            Esta manera de enfocar el asunto, resulta una forma de persuasión a través del lado sentimental del espectador, el desinformado y el ciudadano común, que por razones obvias se conmueve por el hecho de que niños y jóvenes son raptados para matar a otras personas y que a la par se le violan sus derechos como seres humanos libres. Aunado a esto, muchos coinciden en que la campaña misma busca que todo el mundo haga conocer a Joseph Kony para así lograr que el gobierno de Estados Unidos siga tras su búsqueda antes de terminar el año 2012, que además resulta ser un  año electoral en ese país. Sin embargo, los seguidores de esta propuesta consideran que el fin único de esta campaña está enfocado en la ayuda humanitaria.
            Estados Unidos como potencia mundial siempre ha hecho ese papel de “policía del mundo”, como lo describen algunos autores. Solo basta con recordar a lo largo de la historia su postura en la Guerra Fría (1945-1989) cuando se disputaba con la disuelta Unión Soviética el poder del mundo entero, y más contemporáneamente su postura en los conflictos internacionales en los que intervienen sus tropas militares. Tanto es el reconocimiento del poder de esta nación, que en el mismo documental se deja de un lado por un momento los niños afectados para hacer declaraciones persuasivas que mienten al decir, por ejemplo, que esta es la  “primera vez en la historia que los Estados Unidos tomó esa clase de medidas porque la gente lo exigía no para auto defenderse sino porque era lo correcto”. Si se tiene una visión histórica no sería difícil detectar que no es la primera vez que este país interviene en una problemática de otra Nación. Habría que recordar la ayuda logística a Irán para oponerse a una insurrección a petición de este país en 1970, y más recientemente la intervención en Libia en 2011 contra la revuelta en ese país, solo por citar dos ejemplos.
            A lo largo del documental se sigue reforzando la tesis planteada anteriormente. Según una notificación de fecha 2 de diciembre de 2011 –se dice- Kony se enteró del plan de Estados Unidos y decidió cambiar sus tácticas para evitar su captura “ahora que el gran poder está detrás de él”. Cierta o no esta información, pareciera ser evidente el fin comunicativo de esta última frase. Uno de los objetivos de esta campaña –aparte de ayudar a la comunidad africana- está relacionado con posicionar la figura de Estados Unidos como único salvador, y al resto de la población –los seguidores de esta propuesta- como personas que apoyen al gobierno de Estados Unidos para que siga en la búsqueda de Kony, en otras palabras, pareciera que se tratase de una divulgación política que arropa lo humanitario de Kony 2012.
            En resumen, pareciera que en el fondo se está dejando de un lado el aspecto humano – ese sentimiento que causa en las  personas que niños y niñas estén siendo usados por un hombre despiadado- por el lado propagandístico y político del  asunto. Se quiere demostrar al mundo entero  que se debe dar a conocer a Joseph Kony para que las fuerzas de Estados Unidos sigan en pie con esta misión de búsqueda y captura, cuando el deber ser, lo humanitario, lo ético y político del asunto, debería ser la prestación de ayuda sin esperar un reconocimiento o especie de ovación por la comunidad mundial.

Caos de un turista


                Al principio toda era una maravilla. Eso era una sola entradera y salidera de la casa. Nunca paraba la pata, bueno, casi que ni dormía. La propia vida del turista que raspa las tarjetas pero que tiene extremo cuidado con el exceso. Un miedo enorme que no se compara ni con el que da montarse en esas montañas rusas que lo baten a uno como una licuadora. Las manos no me eran suficientes para cargar las compras. Las tenía rojas e hinchadas. Prácticamente andaba pasando trabajo con esas bolsas, pero ¿quién se va a quejar de andar compra que te compra?
                Pero poco a poco todo fue cambiando. El “guachi-guachi” me obstinó. Donde colocaba un pie escuchaba una mezcla de sonidos extraños, raros para lo que estoy acostumbrado a oír. Me fastidiaron las cajeras con su ¿Cash?, que para mí era como cas, sin che. Nunca entendí que significaba aquella mezcla de palabras que me decían cuando iba a cancelar en una tienda, algo como jou yul pei, que no se si era una pregunta, un regaño o una propuesta para salir ¡Que frustración no poder decir nada!
                Limpiecito quedé en menos de dos semanas. Esos billetes verdes con caras de gente que me miraban fijamente, volaron como vuelan los aviones del aeropuerto que es, eso sí, una belleza. Bueno y es que por allá todo es una belleza. Dígame esos parques: verdecitos con esas catiras trotando; los centros comerciales, que allá los conocen con otro nombre –que por cierto suena chévere- son grandotes, ¡y ese poco de tiendas! una al lado de la otra, provoca comprar. Lástima que los reales nunca le alcancen a uno.
                Pero lo que hizo desilusionarme tan rápido fue la cantidad de dinero que se me fue en la gasolina ¡Noooo mi amigo! Aquí eso es como comprarse una canilla en la panadería, y allá, te quitan casi que todos los reales con una sola recarga ¡Ahí fue donde dejé los billetes!
                Sin media locha, sin hablar nada de eso que ellos hablan y fastidiado de la comida, agarré mis maletas y diciendo “bye bye” desde el avión, me regresé a mi país. Al llegar, ya en mi mente algo estaba claro: “no volvería jamás”. Me sacaron todo lo que había comprado, me dijeron que gasté mucho y para más remedio me multaron. Por estar de inventador se me fueron los reales y lo que llegué fue cansado.