Cuatro maletas, por lo menos, me imagino que ya tienes empacadas. Me imagino también que
no debe ser nada fácil vaciar en una maleta toda una vida y exponerla a lo poco
visible. Desde la tercera línea te deseo el mayor de los éxitos.
Cuando
estés en el aeropuerto, mira a tu alrededor. Encuentra algo que te identifique.
El puesto de arepas, por ejemplo. Y cuando estés en el avión, mirando tu suelo
apenas desde una nave que despegará y pronto dejará de estar en tierra
venezolana, encomienda a quien tú quieras, tu vida en el lugar foráneo al que
te diriges. Cierra los ojos e inserta desde entonces un pensamiento positivo:
Estarás bien y encontrarás lo que quieres. Eso que negaste encontrar en
Venezuela.
No
dejes que tus ojos se inunden. No permitas ni siquiera que en la garganta se te
forme un torbellino de emociones. Simplemente mantente en silencio. Toma aire y
disfruta de tu vuelo.
Cuando
llegues al destino, no te sientas desubicado. Comienza desde ese momento a
construir tu nueva vida en ese lugar. Al salir a la calle, cuando tu respiración
capte por primera vez el viento de otro lugar, estarás ya lejos.
De
ahí en adelante, no existen instrucciones que puedas seguir. Es tu nueva vida,
ó al menos, la nueva etapa de tu vida. Recuerda siempre todo lo que dejaste
atrás. Mírate de vez en cuando en un espejo y encuentra tus rasgos faciales:
eres venezolano. Celebra nuestros triunfos con champagne o con agua, con copas
o en un envase plástico. Al fin y al cabo, siempre seguirás siendo de aquí.
Mientras
se pueda y lo permitan, las puertas de este país estarán abiertas para ti y
para todos aquellos que decidieron dejarlo antes que tu. Un venezolano nunca
deja que su hermano se moje en la tormenta, mientras en casa haya un lugar para
él.
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Relato disponible también en la sección Echa tu cuento de Últimas Noticias. Ir
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