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viernes, 16 de diciembre de 2011

En el cerro también hay navidad


En la puerta, colgando de un clavo oxidado de tanta lluvia y tanto sol, un “Merry Christmas” sucio y roto desde la t hasta la a. La historia de ese adorno es larga. Fue la señora de las Mercedes, en Baruta, la que le regaló ese detalle decembrino a la mujer trabajadora que se gana el pan de cada día lavando en su casa.

Detrás de esa puerta se encuentran siete personas en menos de dos metros cuadrados. Al fondo está la cocina: una nevera oxidada que arriba sostiene cuatro platos de peltre floreados casi pelados por completo. Eso y una bañera que hace el papel de fregador son los únicos utensilios de esa cocina. Los cubiertos y otras dos tazas de café con leche pequeñas, de peltre también, se encuentran refugiados en una caja de zapatos que está justamente encima de un pedazo de tronco dispuesto en el suelo, al lado de la nevera. Es una cocina humilde, pero esto no le quita la pulcritud.

Una tela colgada del techo bien amarrada con hilo pabilo en sus puntas separa una habitación de la otra. Las habitaciones de esta casa son dos: en una hay un colchón matrimonial montado en una base de bloques y otros objetos fuertes y resistentes; y en la otra, un poco mas grande que la anterior, una litera donde duermen tres niños y dos adolescentes. En esas habitaciones, separadas por esas telas ya transparentes por lo viejo, es donde estas siete personas pasan los momentos más felices de sus vidas. Ahí también descansan, tras esos largos días de sol en los que todos están dispersos por las avenidas de Caracas.

En esa casa, por muy pequeña que sea, también tienen su mesa donde se sientan todos, apretados pero sin quejas, a desayunar y cenar. El almuerzo no lo comparten juntos, quizás tampoco almuercen. En el día todos están en la calle. Encima de esa mesa hay un San Nicolás elaborado a base de latas. Ese lo hizo el menor de los dos niños en el preescolar popular de allá abajo. Los dos adolescentes dibujaron en hojas cuadriculadas cosas alegóricas a la navidad. Sólo dibujaron las cosas que ellos conocen, pero la mayoría de esos dibujos colgados en las paredes, son comidas típicas venezolanas de la navidad.

Las paredes son rústicas. Son recuadros de bloques y en unas partes de madera que sostienen las cuatro paredes. No tienen ventanas. Cuando construyeron su casa, hacer una ventana suponía un gasto mayor. Es por eso que cuando quieren tomar aire por las noches, salen afuera, y por la ubicación en la que están en las alturas de Caracas pueden deleitarse viendo las luces de los carros que pasan por la avenida.

Son pobres, sí, muy pobres, pero viven su miseria con honradez. Son felices en su pobreza. Sus celebraciones de navidad no son como la de los otros, ellos tienen otros rituales. Se divierten mucho en navidad, dentro de lo que cabe. No hacen intercambio de regalos, pero hacen algo mejor en noche buena, ellos se intercambian abrazos y besos.

A veces intercambian lágrimas porque aunque son felices en su pobreza, no quieren seguir viviendo así, quieren un mejor techo, unas paredes resistentes, ventanas y una cocinita que sea humilde pero mejor que la que tienen.

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