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miércoles, 22 de mayo de 2013

Mercado negro en el barrio

La voz se regó por todo el barrio. Las ventanas se abrían de par en par.  Sobresalían señoras exaltadas, emocionadas, preocupadas. Una foto en blanco y negro relataría mucho mejor esta escena. “¡¡Apúrense!!”, gritaba una mujer mientras erguida en la puerta de su casa, con una mano en la cintura, contaba una a una las cabezas de sus doce muchachos. 

La vecina ya había tomado camino, cual gallina, arriando a sus ocho carajitos. Los pies eran un solo ruido: ¡¡tas tas!! Todos iban encaminados a la bodega de doña Carmen, donde supuestamente había llegado azúcar, harina sin marca y papel tualé ordinario. 

Las colas eran apoteósicas, delirantes, fuera de lo común. Solo una reja oxidada dividía a los compradores impulsivos, hambrientos y emocionados, de los nietos de doña Carmen, quienes de uno a uno, escasamente, pasaban los alimentos por las rendijas. 

“¡Dijimo’ que se está vendiendo un paquete por cabeza!”, se escuchó el inmenso gañote de uno de ellos. Los gritos en la cola eran inentendibles. Era un cuchucheo sin vocales, sin palabras; era una gritadera ilógica, quejosa, fastidiosa.

 Los  muchachitos se sentaron en la mugre verde de la acera, que en contraste con sus ropitas curtidas, hacían una combinación de ocres, verdes pálidos y marrones degradados.

Los que salían de la cola iban felices y airosos con un paquete de harina entre el antebrazo y el abdomen. La lucha en esta vendimia era para conocer quién tenía más niños, lo que significaba al mismo tiempo, quién compraba más productos. Entre una vecina y la otra, las diferencias estaban contadas: una compró quince rollos de papel tualé y la otra solo trece.

“¡Se acabó lo que se daba, mi gente!”. La cara de los compradores fue un camaleón con espinas. Unos se quedaron reclamando y otros, dieron la vuelta y se fueron en fila a sus casas, sin papel, sin harina ni azúcar.

De regreso, en cada esquina había un cartel: “Se vende harina barata 30 bs c/u”. Más allá, sacaron una mesa e hicieron un castillo con rollos de papel tualé: 15 bs. c/u. Se activó el mercado negro. Había papel en todas las casas. La gente comía todas las noches arepa, bollos y torrejas. Lo que sí había quedado en los bolsillos de los especuladores, eran las cuatro lochas de los vecinos que de tanto comer, sólo les quedaba el cartón del papel tualé guindando de la poceta.
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