Unos merengues instrumentales de la Billo’s Caracas
Boy’s amenizaban el fatídico traslado desde Los Dos Caminos a Chacao en la
camionetica blanca. Nada diferente. Algunos sentados en los ya destartalados
puestos de semi cuero, y otros encontrando el equilibrio en el angosto pasillo
que se dispone de largo a largo. Cada frenazo –del inconsciente chofer- era
respondido por una ceja levantada, una torcida de ojos o un insulto cualquiera
de los pasajeros. Yo disfrutaba la música.
─ “Señor, ¿nos regala unos minutos para tocar
nuestra música?”, dijo uno de los dos desconocidos que abordaron el autobús.
─ “Ya se montó”, le respondió el señor. No le gustó
la idea. A duras penas apagó el reproductor oxidado que se disponía sobre una
polvorienta, pero resistente, corneta Sony.
Eran dos chamos. No pasaban de los veintipico de
años. No llegaban a los 25. Sus atuendos eran confusos. Se presentaron como la
nueva generación del hip hop. La presentación no fue muy ovacionada.
─ Buena’ tarde’ mi gente. Nosotros somos la nueva
generación del hip hop, talento venezolano. ¡Vaya! Esperamos que les guste y
esto dice así –se presentó el vocal. El otro movía sus manos a la altura de sus
pantalones. Sus movimientos eran colgantes, de adentro hacia afuera.
Oí perfectamente cuando una señora que iba a mi lado
izquierdo refunfuñó “Ya este nos va a escupir a toditos”. De inmediato, tras un
repetitivo “oh, yeh, oh yeh”, el instrumento manual comenzó su “puh, puhf,
puf”, sonido éste que es posible gracias a la colocación de las manos del
intérprete en su boca y la simulación de soplados y escupidos reiterativos. El
vocal comenzó a improvisar. Hasta la señora que había protestado sonrió. El
talento del joven era impresionante, bueno, entretenido, creativo.
Se acabó el show. El vocalista pidió una
colaboración que solo un par y yo dimos. Dio las buenas tardes y enseguida
pronunció una frase contundente, sacadora de lugar de por sí, analítica y
reflexiva. “Recuerden mi gente, un artista más una pistola menos”, pronunció
desde el primer escalón del autobús. Segundos después, descendieron. La música
instrumental del chofer no volvió a sonar. Las risitas que había provocado la
improvisación se coló en seriedad. Nadie dijo nada. El autobús llegó a Chacao.
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Disponible también en Diario Últimas Noticias
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