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viernes, 27 de enero de 2012

De cómo saber cuando te mienten

¿Cuántas veces nos quedamos con la duda de saber si nos están mintiendo o no? Es inevitable poner en duda lo que nuestros interlocutores a veces nos comunican. Somos humanamente inseguros, pero, existen técnicas para lograr descifrar las mentiras que muchas veces están cansados de decirnos las personas con las que interactuamos.

Gracias a los estudios de los norteamericanos Richard Blander y John Grinder, conocemos hoy día la programación neurolingüística. La misma es un conjunto de procedimientos, destrezas y herramientas que resultan muy útiles en cualquier situación de interacción humana, es decir, cuando trabajamos con personas, relacionándonos y comunicándonos con ellas. Se trata de un conjunto de técnicas que a través de tres sistemas de representación (auditivo, visual y kinestésico) determinan las señales de acceso –verbales y no verbales- de los individuos.

Para saber si nos mienten o no, me reservaré en explicarte solamente las señales no verbales, específicamente los movimientos oculares. Sí, movimientos oculares. Con el movimiento que realiza una persona en sus ojos en el momento en el que le preguntamos algo, podemos descifrar –poniendo mucha atención- si lo que nos expresa es construido o recordado.

Por ejemplo:

- A: ¿Qué hiciste ayer, mi amor?

- B: (Mirada hacia arriba a la derecha)… Fui a casa de mi abuela.

Cuando una persona realiza un movimiento ocular hacia arriba a la derecha, posiblemente este construyendo una idea, es decir, sin tener base en algo vivido y experimentado, comienza a construir una idea totalmente inverosímil. En este caso “B” le estaría mintiendo a “A”.

Por el contrario, cuando la persona realiza el movimiento ocular hacia arriba a la izquierda está recordando, es decir, transmitirá algo que es verosímil, que es verdad.

A mí no me culpen. Culpen a los creadores de la programación neurolingüística, ellos son los culpables del desmantelamiento de muchos casos de mentiras desde el momento en el que leas esta nota.

miércoles, 18 de enero de 2012

Crisis de un escritor sin fama

¡Ay si, ay si! Sólo porque cometí un pequeño herror de tilde aquel día nadie quiere leer lo que escribo. Ellos no me dieron la oportunidad de demostrarles mi talento.

Seguramente ustedes no saben lo que sufre un escritor sin fama, tirado en un templo de libros desde el rodapié hasta el techo. No saben lo que se tiene que arriesgar cuando uno es escritor. No, eso seguro no les importa. Yo empesé desde que era niño en esto, pero claro, si uno no tiene dinero no llega a ser grande, como esos que veo en el viejo televisor de mi casa.

Vivo todos los días escribiendo cosas importantes. Cosas que ¡de verdad son importantes! No como esos escritores de pacotiya que escriben de cualquier tontería. Yo si soy un buen escritor, porque se escribir, no tengo ningún herror de ortografía hasta el día de hoy. Cuido minusiosamente mi ortografía, mi acentuación, todo.

No entiendo porque la vida se comporta así con migo y aveces lloro mucho, porque sufro esto que nadie siente. Esta pena de ser un escritor que nadie toma en cuenta. Ni mis sobrinos, que eran las dos únicas personas que se sentaban a escuchar mis cosas ahora quieren hacerlo. Ya no me escuchan. Ya no los puedo obligar a escucharme y aplaudirme para sentirme bien. Ya esos muchachos cresieron.

Entonces no se que hacer en este mundo. Lo único que sé hacer es escribir, y lo hago a la perfexión. No voy a dar mi brazo a torcer porque este es mi talento. No voy a dejar que caiga ni una sola lágrima de mis ojos… pero… es que no puedo. Siempre digo que no voy a caer en crisis y ya estoy empezando a sentirme mal, ahogado, sin ilusción, sin nadie que me diga “¡Qué bueno tu artículo, Martín!”. Estoy en crisis, y quizás, mas tarde vuelva a este escritorio a seguir escribiendo, pero ahora no. Me voy a desahogarme allá afuera. Esto no es fásil, de verdad que no.

Por cierto, la computadora me pone algunas palabras en rojo. Ya está muy bieja, debo cambiarla.

sábado, 14 de enero de 2012

Problemas sociales venezolanos. Parte 1

Voy a serte franco…
Dedico una línea y media de advertencia a mis lectores, pues no quiero parecer pesimista ni tampoco negativo con lo que estoy a punto de empezar a escribir… Dedico, además –porque la temática me lo exige- línea y media más para advertirles que es primera vez que escribiré de temas como el que presento a continuación.

¡Aquí voy! Abracadabra…

Con los cinco dedos de una mano no se pueden contabilizar los problemas sociales de los venezolanos en la actualidad, y mucho menos con estos mismos cinco dedos podemos pretender buscarle soluciones a dichos problemas.

Personalmente pienso que el concepto de problema social que utilizamos en Venezuela está lejos de la significación que universalmente se usa para hacer referencia al mismo. En Venezuela no concebimos con este término a problemas de índole netamente social como la drogadicción, el alcoholismo, el embarazo precoz, etc. Aquí, utilizamos este término para referirnos a problemas sociopolíticos, entiéndase: inseguridad, pobreza, violencia, el tráfico de drogas, etc.

En esta oportunidad escribiré acerca de la violencia en Venezuela teniendo como base algunos datos que reflejan cómo se ha ido instaurando la misma en el país y una representación actual y veraz de la violencia en los últimos 4 años.

“Un hombre muere en tiroteo"

Muy atípico sería encontrarnos con una persona en este país que no haya sido víctima directa de un hecho violento o que tenga un familiar o amigo que no haya sufrido por los mismos. La violencia se ha convertido en un fenómeno social en Venezuela. El miedo existente en los venezolanos a ser víctimas de actos de violencia en la calle va en ascenso casi que a diario. Desde la violencia que se desata en el Metro de Caracas por parte de algunas personas que vemos peleando por un puesto en el vagón, hasta los sucesos más sangrientos en los que el propio padre mata a su familia, y peor aún, los incontables casos de violencia a mano armada en los que mueren los venezolanos en las calles. Todo eso es lo que vemos, oímos y hasta presenciamos en nuestro país.

En diciembre del 2011 los medios de comunicación anunciaron que alrededor de 437 muertos se habían contabilizado en Caracas durante el asueto decembrino, y en el 2012, nos alarman las cifras cuando escuchamos o leemos que extraoficialmente se han contabilizado “119 muertes violentas en Caracas ” en apenas 14 días de lo que va de año. Esto no es todo: en el año 2011 se contabilizaron –en total- aproximadamente 19.336 muertes violentas en la toda la geografía nacional, cifra que ascendió a la cantidad de muertes en 2010 cuando se contabilizaban alrededor de 13.000 muertes violentas.

Con esto es con lo que nos encontramos diariamente en las últimas páginas de los diarios de circulación nacional, y nos transmiten a través de la televisión (algunos medios):

“Dos hombres que asesinaron en la calle principal del Barrio Coromoto, parroquia San Juan; otro hombre que fue calcinado dentro de su vivienda en el barrio Santa Cruz de Macarao; un muchacho que recibió varios impactos de bala por parte de un delincuente, en los Magallanes de Catia; otros dos jóvenes que asesinaron en la carretera vieja de Guarenas, urbanización Turumo, a quienes presuntamente intentaron robarle la moto y un muchacho que murió víctima de hampa cuando iba a buscar a su novia en la Calle Zulia de La Vega, en Caracas.”(últimas Noticias. 27/12/2011)

No obstante a los índices de la violencia desatada en la actualidad, anteriormente también existía violencia, eso hay que resaltarlo. Esto lo expone Margarita López Maya en su obra “Del viernes negro al referendo revocatorio” –que por cierto estoy leyendo actualmente- en la que describe las situaciones socioeconómicas y políticas de Venezuela en ese intervalo de tiempo.

En dicha obra se revela que “hasta 1989 Venezuela perteneció al grupo de sociedades de baja violencia cotidiana y sociopolítica en América Latina”. Para la autora el porqué de esta situación se debe a los hechos ocurridos en el país para 1989 cuando se produjo el “caracazo” y la actuación del para ese entonces gobierno del Presidente Pérez, donde se empezaría a instaurar una respuesta violenta para enfrentar las revueltas populares.

Asimismo en esta obra se reflejan los índices de algunos investigadores de la materia que aseguran que para el año 1994 “a raíz de los sucesos de febrero y marzo de 1989, la gente percibió la implantación de la violencia en sus vidas como una presencia permanente”. Vemos entonces que según estos datos la violencia viene dada por la conjunción de problemas que de desatan en revueltas populares.

Si esto lo trasladamos al actual período presidencial liderado por el Presidente Hugo Chávez, no se nos haría complicado comprender esta hipótesis que dice que la violencia viene dada por la expresión popular de calle como las marchas y manifestaciones, por ejemplo; puesto que desde 2002 las marchas fueron la cotidianidad de los venezolanos que salían constantemente a manifestar en las calles. Sin embargo la violencia que se desataba en las marchas, y el sometimiento de la Guardia Nacional fue tan intenso, que en la actualidad vemos que la realización de manifestaciones de este tipo son poco constantes, porque entre otras cosas, existe miedo en la ciudadanía de manifestar.

Pero dejando atrás esta hipótesis y colocando nuestra mirada en las cifras actuales de violencia, nos encontramos con una violencia ligada a otro fenómeno latente, –y otro problema social del que seguramente escribiré próximamente- la inseguridad. Ambas se complementan, pero no resultan ser lo mismo debido a las causas y complejidades de cada uno de estos fenómenos.

La violencia y su hermana la inseguridad

Si hay inseguridad- ese miedo y zozobra constante- hay violencia. Es fácil: ¿a qué le temen los venezolanos al salir a la calle? Entre otras cosas a que los asalten y que por cosas de ‘quien sabe quien’, el antisocial saque un arma, le apunte y pueda herirlo o quitarle la vida. Eso es inseguridad y violencia juntas. Ésta si es –a tono personal- la causa de la violencia en Venezuela. El desate de inseguridad que se ha producido por la ociosidad del venezolano, por la mala calidad de vida, por el resentimiento social actual, por el consumo de drogas, por el narcotráfico, y por un sinfín de causas que podría escribir a lo largo de todo este blog.

En fin, que leamos “Matan a joven para robarle celular”, “Lo mataron en la camioneta”, “Asesinan a joven en atraco”, significa que es a causa de la inseguridad por lo que se desatan los índices de la violencia. Pero ¿qué se hace en Venezuela?, pues, se pretender crear una “misión” que ayude económicamente a los antisociales. ¿Es esta una opción que ayudará a eliminar la violencia y la inseguridad en el país?, o por el contrario, ¿es una estrategia para afianzarse con el sector más amplio de la sociedad venezolana?

Sea lo que sea, las cifras van en ascenso, y por si fuera poco, si como quedó establecido en líneas anteriores, hasta 1989 Venezuela fue considerada un país libre de violencia en el continente, hoy, es catalogado como el sexto país con más violencia no en el continente, sino en el mundo entero.

“Se trata de naciones que tienen una tasa anual promedio superior a 30 muertes violentas por cada 100.000 habitantes y que son, por este orden: El Salvador, Irak, Jamaica, Honduras, Colombia, Venezuela, Guatemala, Sudáfrica, Sri Lanka, Lesotho, la República Centroafricana, Sudán, Belice y la República Democrática del Congo” (Globovisión. 27/10/2011)

¿A dónde vamos? se preguntarían los futuristas. No sabemos les respondería yo, quien vive en un presente en el que la violencia y otros problemas sociales van eliminando a las personas como si fuera un juego de ajedrez. Pero faltan cosas por vivir, faltan cosas que esperar.