Pelón tiene catorce años, aparenta ocho y todos creen que
tiene dieciséis. Lo que sí es cien por ciento certero es que es flojísimo.
En los arrabales más ocultos del llano venezolano, en
medio de la tempestad campestre y el sol achicharrante, está Pelón. Su cabello
negro curtido con marrón está tan tieso que cuando ventea, la brisa no logra
mover ni una sola de sus greñas. Su ropa mustiada está sucia, decolorada por el
sol y el agua. El pantaloncito beige, que se coloró de marrones oscuros y
claros, está amarrado de una trabilla a otra con una cuerda de nylon.
La camisa, escasa de un botón, está también tiesa; pareciera
que fue lavada con formol. Sus labios pocas veces se prestan a la sonrisa, y la
risa llega esporádicamente, cuando otro jornalero le dice que es flojo.
─ ¡Mira tú! –dice con un tono propio de la gente llanera,
una especie de ritmo cantadito, lento y alargado.
En el llano adentro, en lo que los llaneros conocen como
la brega en los conucos, que no es
más que la siembra de hectáreas y más hectáreas de maíz, hay que tener fuerza y
ánimo para pasar el día.
El trabajo es fuerte, pues hay que cargar sacos de fertilizantes de 50
kilos y lanzarlos en unas máquinas enormes haladas por tractores. Sin embargo,
el trabajo de Pelón no necesita de mucha fuerza, pues su encargo es recoger los
sacos que otros tres hombres mayores han lanzado al suelo después de
descargarlos en los depósitos de la sembradora.
Mientras la cabeza de estos hombres, chorreados de sudor
cristalino, sostienen los pesados costales, Pelón está acostado en el suelo
sobre tres sacos que dispuso cual colchoneta de largo a largo. Pegado a su
oreja está un mini radio que lo atormenta pero lo entretiene, con vallenatos,
joropos y rancheras, los géneros musicales preferidos en estos lares.
─ ¡Pelón, recoge los sacos!, le grita uno con la voz
entrecortada por el cansancio. El muchachito hace caso omiso. “Muchacho flojo,
coño’mai ese”, dice el caletero.
La ley del monte,
muchas veces es cruel. Los papás de Pelón lo corrieron de su casa, no quisieron
mantenerlo más. Comenzó el viacrucis por todas las fincas del sector. De todas
lo han botado por flojo, y en esta, ya lo han hecho dos veces, sólo que el
muchachito promete que se va a encaminar. Eso nunca ha ocurrido.
El primer oficio que le asignaron en esta finca de
producción agrícola y ganadera, fue el trabajo matutino de ordeño. Esas labores
suelen ser pesadas pues comienzan a las tres de la mañana.
La semana pasada finalmente lo botaron y aceptó el
despido. No se sabe a dónde irá Pelón ahora.
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