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lunes, 19 de agosto de 2013

"De mi rancho no me saca nadie"

En la zona norte de Anzoátegui, los cerros parecen un nacimiento de noche, pero de día queda al descubierto el riesgo y la pobreza

JORGE AGOBIAN / @jorgeagobian
Reportaje publicado el lunes 19 de agosto de 2013 en el diario La Prensa de Anzoátegui 
Foto Cortesía de Richard Maza (La Prensa de Anzoátegui)
Cuando alguien desconocido llega al cerro Madrid, en el barrio Colinas de Valle Verde de Puerto La Cruz, todos los habitantes salen de sus ranchos.

"¡Aquí, aquí. Vengan primero para acá!", gritan desde sus casas. Pareciera que los residentes compiten por el alarido más alto.

A simple vista, es obvia la necesidad de esas personas, y si no fuese palpable, los ranchos de tablas, zinc y plásticos arrumados y torcidos, son una señal de que la vida no es fácil en esas altitudes.

La construcción de viviendas improvisadas es ilegal, pero el fenómeno de "ranchificación" se ha apoderado de los cerros de la zona norte del estado Anzoátegui y sigue expandiéndose a las montañas desocupadas.

- ¿Usted qué trae, zinc o comida?, pregunta Gregorio Guarema desde la cima de un barranco donde construyó su vivienda con tablas y otros materiales.

Foto Cortesía de Richard Maza (La Prensa de Anzoátegui)
Él vive en lo más alto de la montaña. Allí, la pobreza tiene cara de hombre, de niños y mujeres ( y adolescentes) embarazadas. Ni los perros disimulan la penuria.

Gregorio llegó allí el año pasado con su mujer y sus cinco niños. "Yo he cargado piedra y arena desde allá abajo para poder construir este rancho". Hace una semana instalaron la electricidad a más de ocho metros de distancia y él mismo se las ingenió para llevar la luz a su vivienda. Lo mismo hizo con el agua.

"Tengo una bomba para halar el agua desde abajo. Pero eso es desde hace unos meses porque antes me tocaba subir pimpinas".

Pese a la adversidad, está conforme porque asegura que allí "viven tranquilos". Sin embargo, desde el precipicio donde se instaló, se han caído ya tres veces dos de sus hijos.

"De aquí no me voy porque si tengo que pagar una casa prefiero quedarme aquí".

A Gregorio se le puede encontrar todos los días en las avenidas de Puerto La Cruz y Barcelona vendiendo chocolates y afeitadoras. Su mujer se dedica a cuidar a los niños.

Mientras se conversa con él y su familia, los vecinos siguen pidiendo que se les visite. El clamor se convierte entonces en una consigna.

Foto Cortesía de Richard Maza (La Prensa de Anzoátegui)
Asomada detrás de una lámina oxidada de zinc, está Milagros Figuera, rodeada de doce muchachitos de diferentes edades. Ella es una mujer joven, de 42 años, de los cuales 20 tiene viviendo en ese barrio.

Su casa es pequeña y muy humilde. Las catorce personas que conviven allí se las arreglan para dormir todos en un solo cuarto. El piso es de tierra, hundido e inclinado.

Cuenta que cuando llueve entran en pánico. "Agarro a mis muchachos y me voy a esperar que llueva a otro lugar".

Foto Cortesía de Richard Maza (La Prensa de Anzoátegui)
Asegura que duerme con un ojo abierto y otro cerrado porque en varias oportunidades se han presentado tiroteos a altas horas de la noche.

Aunque ha pedido ayuda a las autoridades porque ya no quiere vivir allí, todas esas peticiones se las ha llevado el viento.
"Tengo miedo a que el racho nos caiga encima". Yo me voy a donde me manden".

Colinas de Valle Verde es una de las zonas declaradas en alto riesgo por la dirección de Protección Civil de Puerto La Cruz, según la directora de ese organismo, Olgivana Reyes. También lo son Las Charas, Los Jobos, Molorca, Sierra Maestra, entre otras.

Te vendo mi rancho 

Barcelona, la capital del estado Anzoátegui, también ha experimentado el fenómeno de "ranchificación".

En la avenida alterna Argimiro Gabaldón, las construcciones improvisadas ya no se encuentran solo en lo más alto de los cerros. Hay viviendas de zinc y madera a las orillas de la arteria vial. Una de estas deslumbra desde lejos la oferta: "Se vende".

Según la información proporcionada por el vendedor, el rancho de zinc y madera está valorado en 25 mil bolívares. "Le hice una rampla para guardar el carro, y le metí el agua y la luz"


Foto Cortesía de Richard Maza (La Prensa de Anzoátegui)
La subdirectora de planeamiento urbano de la alcaldía Simón Bolívar (Barcelona), Gladiun Sánchez, asegura que este fenómeno tiene una data muy vieja. "Desde finales de los 90's se ha venido construyendo en los cerros".

Contabiliza como zonas de alto riesgo a Cerro Venezuela y el cono de seguridad del Aeropuerto Internacional de Barcelona.

jueves, 1 de agosto de 2013

Pelón, el más flojo de los llaneros



Pelón tiene catorce años, aparenta ocho y todos creen que tiene dieciséis. Lo que sí es cien por ciento certero es que es flojísimo.

En los arrabales más ocultos del llano venezolano, en medio de la tempestad campestre y el sol achicharrante, está Pelón. Su cabello negro curtido con marrón está tan tieso que cuando ventea, la brisa no logra mover ni una sola de sus greñas. Su ropa mustiada está sucia, decolorada por el sol y el agua. El pantaloncito beige, que se coloró de marrones oscuros y claros, está amarrado de una trabilla a otra con una cuerda de nylon.

La camisa, escasa de un botón, está también tiesa; pareciera que fue lavada con formol. Sus labios pocas veces se prestan a la sonrisa, y la risa llega esporádicamente, cuando otro jornalero le dice que es flojo.

─ ¡Mira tú! –dice con un tono propio de la gente llanera, una especie de ritmo cantadito, lento y alargado.

En el llano adentro, en lo que los llaneros conocen como la brega en los conucos, que no es más que la siembra de hectáreas y más hectáreas de maíz, hay que tener fuerza y ánimo para pasar el día. 

El trabajo es fuerte, pues  hay que cargar sacos de fertilizantes de 50 kilos y lanzarlos en unas máquinas enormes haladas por tractores. Sin embargo, el trabajo de Pelón no necesita de mucha fuerza, pues su encargo es recoger los sacos que otros tres hombres mayores han lanzado al suelo después de descargarlos en los depósitos de la sembradora.

Mientras la cabeza de estos hombres, chorreados de sudor cristalino, sostienen los pesados costales, Pelón está acostado en el suelo sobre tres sacos que dispuso cual colchoneta de largo a largo. Pegado a su oreja está un mini radio que lo atormenta pero lo entretiene, con vallenatos, joropos y rancheras, los géneros musicales preferidos en estos lares.

─ ¡Pelón, recoge los sacos!, le grita uno con la voz entrecortada por el cansancio. El muchachito hace caso omiso. “Muchacho flojo, coño’mai ese”, dice el caletero.

La ley del monte, muchas veces es cruel. Los papás de Pelón lo corrieron de su casa, no quisieron mantenerlo más. Comenzó el viacrucis por todas las fincas del sector. De todas lo han botado por flojo, y en esta, ya lo han hecho dos veces, sólo que el muchachito promete que se va a encaminar. Eso nunca ha ocurrido.

El primer oficio que le asignaron en esta finca de producción agrícola y ganadera, fue el trabajo matutino de ordeño. Esas labores suelen ser pesadas pues comienzan a las tres de la mañana.
La semana pasada finalmente lo botaron y aceptó el despido. No se sabe a dónde irá Pelón ahora.

Anzoátegui: Duermen en la calle para comprar electrodomésticos

Cortesía: LaPatilla.com
Los compradores pasan hasta 20 horas “encolados” para poder adquirir los artefactos del Abasto Bicentenario de Puerto La Cruz

JORGE AGOBIAN /@jorgeagobian
(Diario La Prensa de Anzoátegui, miércoles 17 de julio de 2013)
 
En Abasto Bicentenario de Puerto La Cruz pareciera que los clientes se guían por el dicho “el que madruga Dios le ayuda”. Para poder comprar una nevera o una cocina tienen que instalarse a las fueras del supermercado toda una noche, esperar que se les asigne un número y rogar a Dios que haya un chance para comprar el electrodoméstico. Eso fue lo que comentaron los compradores en cola el día de ayer.

Del Valle González era la número seis en la cola de más de 70 personas que aspiraban comprar las cocinas y neveras que expende el Gobierno nacional a través del programa Mi casa bien equipada.

González llegó a las tres de la tarde del lunes al supermercado. Estuvo desde esa hora hasta la mañana del día de ayer encolada. Comenta que durmió sobre un cartón la madrugada de este martes, cuando ya sumaba 19 horas en la cola.

Junto a ella había otro grupo de compradores, entre ellos Ramón Falcón, el número ocho de la cola.

“A las 10:00 p.m. colocaron un aviso informándonos la cantidad de equipos que se iban a vender”, expresó. 

Según el resto de usuarios, trasnochados casi todos, ayer se ofertarían solo 60 cocinas, sin embargo, Jennifer Plaza era la número 62. Ella veía casi imposible comprar el producto, aunque llegó a la cola las 4:00 a.m. 

Pese a la odisea que deben vivir los compradores, algunos comentaron que al menos ayer tuvieron más suerte que otros días.

Rosaime Acosta dijo “sentirse bendecida” pues era la número 60, es decir, la última persona que podría adquirir los productos ayer, de acuerdo a la cantidad de cupos disponibles.

“Madrugué aquí la semana pasada y no pude comprar nada”, comentó.

Atracos

Los usuarios también reportaron que en la cola nocturna (a las afueras del establecimiento) fueron víctimas de un atraco a mano armada.

A Del Valle González le robaron hasta la cédula mientras pernoctaba en la cola. “Nos atracaron y se llevaron todo lo que teníamos”, comentó. Otros compradores denunciaron que por estar “a la intemperie” se han robado hasta motos y vehículos en otras oportunidades. 

Por su parte, Ramón Falcón, comprador, se refirió a esos episodios como “una situación normal”. Dijo que es imposible que les permitan hacer la cola dentro del estacionamiento y que les brinden mayor seguridad a los clientes, pues considera que es decisión de los compradores encolarse toda la noche.
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Reportaje publicado el 17 de julio en La Prensa de Anzoátegui.