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domingo, 8 de abril de 2012

Tráigame el curriculum


            Salió con una chola en la mano. Apurada, espelucada, con los ojos pelados y una sonrisa disimulada en los labios. En la otra mano llevaba el papel.
            El mata-tan de la empresa más reconocida del país le había prometido echarle una manito para que, al fin, encontrara un trabajito. Nada del otro mundo, sólo algo para bandearse mientras tanto. 
                A todo pronóstico y hasta con diarrea entregó el curriculum ¡Qué muchacha más emocionada, carajo! Se había graduado en el 2007 de ingeniera –graduarse de ingeniero no es mantequillita con pan- y había pasado cuatro años pelando, literalmente. Más o menos comía, si es que comía, por unos productos de pie y de mano que vendía. Pero que va, eso no enriquece a nadie. La pobre está panda hacia el lado derecho de tanto cargar con la caja de productos.

                Lo cierto es que entregó el curriculum, si se le puede llamar curriculum. Una hojita tamaño carta con la foto en la esquina, los nombres y los dos títulos que había obtenido. Mas abajito, el número de teléfono y el correo. Lo que más o menos le daba colorcito a aquel papel era el nombre de la Universidad donde se graduó, pero mas nada.

                Pasaron los días y nada que la llamaban. Gastó las cuatro lochas y media que le quedaban llamando al señor de la empresa. Cada vez era una sonrisa cuando colgaba el teléfono: “Me dijo que ya habló con Perencejo”, “Acomódate, maita, ya viene lo bueno”, “A puntico maita, a puntico”.

                Y así se le fueron dos meses. Los bolsillos los tenía limpiecitos de tanto tiempo que no los tocaba. Se desesperó, reaccionó y con la cara larga se acostó en la cama que ya tenía un hueco en el centro de tanto tiempo que pasaba ahí, acostada, viendo el techo roto.

                Siguió vendiendo los productos, enriqueciendo a otros que mensualmente le dejaban la cajita llena de cremas y otras porquerías. El título de ingeniera lo colgó en la pared, como si fuese un santo, un Dios. Definitivamente, en el 2011 no hubo trabajo en este país.

Periodista sección llanura

                Si me dispongo a mirar a lo lejos segurito me encuentro con otra historia. Si es que mirando a la derecha, más arriba del hombro, me consigo con todo un suceso, un acontecimiento que no es noticia: la gallina poniendo su decimo quinto huevo del día ¿Cómo será entonces ver hacia la izquierda, para allá donde hay una vaca brava queriendo romper el cercado de alambre? Eso tampoco es noticia. Que difícil ¡No, no quiero! No quiero saturarme de información en este campo de pasto verde, de gallinas, conejos y todos los animales que andan rumiando por todo el solar.

                Aquí todo parece interesante. Me siento a rebuscar las cinco w y consigo apenas tres. En la libreta que siempre me acompaña están marcados los atributos de historias que parecen noticias, pero que realmente no son noticia. No encuentro proximidad porque el pueblo está muy lejos ¿Qué hago, mi Señor?

                El interés social ¡Permítanme reírme! ¿Qué le puede importar a la sociedad la gallina que pone, la vaca brava, o la leña que trajeron? Aquí no hay sociedad, ¿o es que las vacas conversan entre ellas?

                Menos podría encontrar, entre culebras y mosquitos, al menos el impacto emocional que puede ocasionar al ordeñador escuchar que la vaca muge.Cómo armo la noticia si es que las historias no tienen tantas palabras para crear el lead, el cuerpo, y muchísimo menos la cola.

                La fuente llanera no es para mí. Creo que esta fuente no existe, no existió nunca, no debe existir jamás ¿Cómo pude pretender hacer periodismo en el campo?